viernes, 17 de febrero de 2017

El lado obscuro de los apodos


EL LADO OBSCURO DE LOS APODOS

Burro , pescadito , caballo , huesitos , cara de burro , jirafa , chula , piolín , bolitocha , chinche , cara de nalga , cabezón ... Definitivamente hay que tener ingenio, creatividad y mucha habilidad para ponerles apodos a los demás. O tenerle gran envidia o fastidio al otro para inventarle un pesado sobrenombre.

Y es que así como algunos causan risa, otros hieren, como lo comprobaron los estudiantes de la Escuela Normal de Puebla  en un proyecto de investigación sobre el impacto de los apodos que fue auspiciado y asesorado por el programa Ondas y el ICBF.

Con el apoyo de esas entidades, y la orientación de su profesor Serafín Rodríguez, los alumnos Patricia Aguilera, Nubia Hortúa, Sandra Turriago y Deiber Castro, elaboraron 14 preguntas que hicieron a 130 compañeros para saber el origen del apodo, la motivación, el tiempo que llevan con el mismo, quién se lo puso y si le gustó o no.

Aunque encontraron que a algunos no les importan y los toman como algo jocoso y humorístico o como sentimiento de afecto o amistad, en otros casos, hay alumnos a los que les causan dolor, ira, rabia y sufrimiento. El impacto es tan negativo que puede terminar en serias desavenencias y en discrepancias, y lo peor, van calando en la autoestima y en la parte emocional, explicó Hortúa.

Esto mismo comprobaron alumnos del grupo La Bomba, de la institución educativa Fray Plácido, en Mocoa (Putumayo), quienes investigaron las quejas de sus compañeros y encontraron que la más común era el uso de apodos, y sobre todo la forma de decirlos, con altas dosis de agresión y humillación. Su proyecto fue uno de los ganadores del concurso Amigos del Buen Trato, del Convenio del Buen Trato (de la Casa Editorial EL TIEMPO y las fundaciones Restrepo Barco y Rafael Pombo).

Para Lucía Vargas Posada, psicóloga clínica infantil y de familia, si bien hay mayor tolerancia a las diferencias entre las personas, lo que se sale del promedio llama la atención y puede ser objeto de burlas (color de piel, tener orejas grandes, usar anteojos o tener sobrepeso).

Así, un rasgo distintivo puede motivar un apodo cariñoso como gordito o uno cargado de hostilidad como bola de grasa. El primero podría ser aceptado porque no tiene ánimo de mofa. El otro, rechazado, más si el niño no está contento con su físico. En este caso, el menor se siente mal, porque el alias significa, a la vez, segregación, burla y agresión, explica la experta.

En esto influyen la formación familiar y la autoestima, que permiten enfrentar un apodo sin sufrir ni entrar en conflicto con los compañeros. Pero, desafortunadamente, dice Vargas, la mayoría se sienten intimidados, se afecta su autoestima, tratan de pasar inadvertidos, se tornan tímidos y presentan dificultades en la socialización y bajo rendimiento académico, explica Vargas.

Para expertos como el psicólogo Germán Pardo, quien pone los apodos también está en problemas. Demuestra, pese al ingenio, poca capacidad de aceptar las diferencias o tal vez envidia y deseos de ofender a los demás ridiculizándolos.

¿Qué hacer? Como es difícil que a nivel social y cultural se acaben los apodos, los expertos coinciden en la necesidad de que se trabaje con los niños.

A nivel escolar, los alumnos investigadores tienen sus propuestas. En Puebla, por ejemplo, diseñaron una estrategia para estimular el uso del nombre propio, a partir de talleres, carteleras y acuerdos. Ahora se escucha más el nombre que los apodos, y cuando se usan sobrenombres se prefiere que sean cariñosos y no ofensivos, dice Hortúa.

En Mocoa, los niños del Fray Plácido, al ver el impacto de los apodos se dedicaron a investigar su ancestro cultural y a elaborar cartillas y videos, dictar charlas y motivar a sus compañeros para no usarlos como ofensa sino como señal de aceptación y respeto.

Autoestima y frescura Los expertos sugieren reforzar la autoestima de los niños, enseñarles a manejar sus emociones y a aceptar las diferencias.

-En el caso del apodo, si el niño llora, sale corriendo o se ofende, demuestra que el otro logró su propósito y seguramente lo seguirá molestando. En cambio, si con calma le dice que no le gusta o ignora la situación, tal vez todo terminé ahí.

-Cuando la situación es molesta, los padres pueden hablar con los profesores y estos diseñar estrategias como la promoción del uso del nombre propio, resaltar los valores de los niños, sus talentos y habilidades y hacer ver que todos tenemos defectos.

-También pueden hacer reflexionar a los niños sobre el daño que se le ocasiona a un compañero al colocarle un apodo. En esa reflexión es conveniente hacerle ver cómo se sentiría si los otros le pusieran un sobrenombre.

-Tanto padres como maestros deben resaltar los valores del niño, sus talentos y habilidades a fin de contrarrestar aquellos aspectos en que presente debilidades, y promover el respeto entre hermanos, estableciendo sanciones apropiadas cuando se empleen apodos que lastimen, ridiculicen o generen sufrimiento a uno de ellos.

-No sobra conversar en familia sobre el tema y recordar los motes o sobrenombres que alguna vez tuvieron y cómo manejaron la situación.

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