EL LADO OBSCURO DE LOS APODOS
Burro , pescadito , caballo , huesitos , cara de burro , jirafa , chula
, piolín , bolitocha , chinche , cara de nalga , cabezón ... Definitivamente hay
que tener ingenio, creatividad y mucha habilidad para ponerles apodos a los
demás. O tenerle gran envidia o fastidio al otro para inventarle un pesado
sobrenombre.
Y es que así como algunos causan risa, otros hieren, como lo
comprobaron los estudiantes de la Escuela Normal de Puebla en un proyecto de investigación sobre el
impacto de los apodos que fue auspiciado y asesorado por el programa Ondas y el
ICBF.
Con el apoyo de esas entidades, y la orientación de su profesor Serafín
Rodríguez, los alumnos Patricia Aguilera, Nubia Hortúa, Sandra Turriago y
Deiber Castro, elaboraron 14 preguntas que hicieron a 130 compañeros para saber
el origen del apodo, la motivación, el tiempo que llevan con el mismo, quién se
lo puso y si le gustó o no.
Aunque encontraron que a algunos no les importan y los toman como algo
jocoso y humorístico o como sentimiento de afecto o amistad, en otros casos,
hay alumnos a los que les causan dolor, ira, rabia y sufrimiento. El impacto es
tan negativo que puede terminar en serias desavenencias y en discrepancias, y
lo peor, van calando en la autoestima y en la parte emocional, explicó Hortúa.
Esto mismo comprobaron alumnos del grupo La Bomba, de la institución
educativa Fray Plácido, en Mocoa (Putumayo), quienes investigaron las quejas de
sus compañeros y encontraron que la más común era el uso de apodos, y sobre
todo la forma de decirlos, con altas dosis de agresión y humillación. Su
proyecto fue uno de los ganadores del concurso Amigos del Buen Trato, del
Convenio del Buen Trato (de la Casa Editorial EL TIEMPO y las fundaciones
Restrepo Barco y Rafael Pombo).
Para Lucía Vargas Posada, psicóloga clínica infantil y de
familia, si bien hay mayor tolerancia a las diferencias entre las personas, lo
que se sale del promedio llama la atención y puede ser objeto de burlas (color
de piel, tener orejas grandes, usar anteojos o tener sobrepeso).
Así, un rasgo distintivo puede motivar un apodo cariñoso como gordito o
uno cargado de hostilidad como bola de grasa. El primero podría ser aceptado
porque no tiene ánimo de mofa. El otro, rechazado, más si el niño no está
contento con su físico. En este caso, el menor se siente mal, porque el alias
significa, a la vez, segregación, burla y agresión, explica la experta.
En esto influyen la formación familiar y la autoestima, que permiten
enfrentar un apodo sin sufrir ni entrar en conflicto con los compañeros. Pero,
desafortunadamente, dice Vargas, la mayoría se sienten intimidados, se afecta
su autoestima, tratan de pasar inadvertidos, se tornan tímidos y presentan
dificultades en la socialización y bajo rendimiento académico, explica Vargas.
Para expertos como el psicólogo Germán Pardo, quien pone los apodos
también está en problemas. Demuestra, pese al ingenio, poca capacidad de
aceptar las diferencias o tal vez envidia y deseos de ofender a los demás
ridiculizándolos.
¿Qué hacer? Como es difícil que a nivel social y cultural se acaben los
apodos, los expertos coinciden en la necesidad de que se trabaje con los niños.
A nivel escolar, los alumnos investigadores tienen sus propuestas. En Puebla,
por ejemplo, diseñaron una estrategia para estimular el uso del nombre propio,
a partir de talleres, carteleras y acuerdos. Ahora se escucha más el nombre que
los apodos, y cuando se usan sobrenombres se prefiere que sean cariñosos y no
ofensivos, dice Hortúa.
En Mocoa, los niños del Fray Plácido, al ver el impacto de los apodos
se dedicaron a investigar su ancestro cultural y a elaborar cartillas y videos,
dictar charlas y motivar a sus compañeros para no usarlos como ofensa sino como
señal de aceptación y respeto.
Autoestima y frescura Los expertos sugieren reforzar la autoestima de
los niños, enseñarles a manejar sus emociones y a aceptar las diferencias.
-En el caso del apodo, si el niño llora, sale corriendo o se ofende,
demuestra que el otro logró su propósito y seguramente lo seguirá molestando.
En cambio, si con calma le dice que no le gusta o ignora la situación, tal vez
todo terminé ahí.
-Cuando la situación es molesta, los padres pueden hablar con los
profesores y estos diseñar estrategias como la promoción del uso del nombre
propio, resaltar los valores de los niños, sus talentos y habilidades y hacer
ver que todos tenemos defectos.
-También pueden hacer reflexionar a los niños sobre el daño que se le
ocasiona a un compañero al colocarle un apodo. En esa reflexión es conveniente
hacerle ver cómo se sentiría si los otros le pusieran un sobrenombre.
-Tanto padres como maestros deben resaltar los valores del niño, sus
talentos y habilidades a fin de contrarrestar aquellos aspectos en que presente
debilidades, y promover el respeto entre hermanos, estableciendo sanciones
apropiadas cuando se empleen apodos que lastimen, ridiculicen o generen
sufrimiento a uno de ellos.
-No sobra conversar en familia sobre el tema y recordar los motes o
sobrenombres que alguna vez tuvieron y cómo manejaron la situación.